Se cumplen 50 años de la derrota de la Naranja Mecánica en la final del Mundail
El 7 de julio de 1974, en el estadio Olímpico de Múnich, se escribió una de las páginas más dramáticas y conmovedoras en la historia del fútbol mundial. La selección holandesa, conocida popularmente como la ‘Naranja Mecánica‘, llegaba a la final del Mundial de Alemania como la gran favorita. Su juego vistoso, innovador y dinámico había conquistado corazones y asombrado a aficionados alrededor de todo el mundo. Sin embargo. el destino les tenía preparada un amargo desenlace.
El equipo dirigido por Rinus Michels y capitaneado por Johan Cruyff, por entonces entrenador y jugador estrella del Barça, había mostrado un dominio absoluto durante el torneo. La Naranja Mecánica, con su fútbol total, había deslumbrado a todos. Esta filosofía revolucionaria, donde todos los jugadores podían ocupar cualquier posición en el campo, confundía y desarmaba a los rivales. Desde su contundente victoria por 4-0 sobre Argentina, hasta la humillación por 2-0 a Brasil en semifinales, Holanda parecía invencible. Desde la fase preliminar a la final del Mundial, tan solo Suecia había resistido a los envites de los neerlandeses, empatando a cero en su partido de fase de grupos.
LA ALEMANIA DE BECKENBAUER, ENFRENTE
En la final, se encontraba la selección anfitriona, Alemania Federal, liderada por Franz Beckenbauer. Los alemanes, conocidos por su disciplina táctica y su capacidad de recuperar el balón, no iban a ser un rival fácil. El partido comenzó de manera inmejorable para los holandeses. Apenas un minuto después del pitido inicial, Cruyff se internó en el área alemana y fue derribado. El árbitro señaló penalti, y Johan Neeskens lo convirtió sin problemas con un chut potente al centro. Poco pudo hacer el meta alemán, Maier, que se había tirado a un lado y veía como Holanda se adelantaba a los 87 segundos. El sueño de levantar la Copa del Mundo estaba más cerca que nunca.
Sin embargo, Alemania no tardó en responder. Paul Breitner devolvió el golpe e igualó el marcador desde el punto de penalti en el minuto 25. El empate devolvió la confianza a los alemanes y sembró dudas en los holandeses. Poco antes del descanso, Gerd Müller, uno de los grandes artilleros de la historia del fútbol anotó el segundo gol para Alemania, desatando la euforia entre los aficionados locales. El talón de Aquiles de esa ‘Naranja Mecánica’ volvía a evidenciarse, la portería, muy lejos del nivel estándar de esa selección.
La segunda mitad fue una batalla táctica y emocional. Holanda intentó por todos los medios igualar el marcador, pero la defensa alemana, liderada por Beckenbauer, se mostró infranqueable. Cada ataque holandés chocaba contra una muralla de camisetas blancas. El tiempo corría y la desesperación comenzaba a apoderarse de la Naranja Mecánica.
UN LEGADO ETERNO
Cuando el árbitro inglés Jack Taylor pitó el final del partido, la decepción holandesa era palpable. Alemania Federal se coronaba campeona del mundo, ganando su segunda Copa del Mundo tras el éxito de 1954. Para los holandeses, el sueño se había convertido en pesadilla. Se quedaron a un paso de la gloria.
La derrota de la Naranja Mecánica en la final del Mundial de 1974 es más que una simple historia de un partido perdido.. Su estilo de juego dejó una marca imborrable en la historia del fútbol y todavía hoy en día sigue siendo una fuente de inspiración para generaciones futuras. El 7 de julio de 1974, en Múnich, la Naranja Mecánica perdió la final, pero dejó un legado que sigue más vivo que nunca.