Futbol Internacional

Nobby Stiles, Varane y una enfermedad silenciosa: «Está matando a los futbolistas»

30 de julio de 1966. El reloj de Wembley marca las 15:00 ante el candor de 96.924 almas que verán a 22 -exactas, sin cambios, aún irreglamentables en el fútbol- batirse en Londres por la final del mundo. Dos horas y monedas después, los locales levantaron el primer Jules Rimet de su historia gracias a una gloriosa tarde de Geoff Hurst y la bendición de un tanto fantasma aún polémico medio siglo más tarde. Inmortalizado quedó, como los soldados de la guardia real de Alf Ramsey capitaneados por Bobby Moore, contenidos en las manos de Gordon Banks y potenciados con la locura carismática de Nobby Stiles, el guerrero que anuló a Eusébio en las semifinales y al que le faltaba parte de su armadura: los dientes frontales que le daban el aspecto aún más alocado. 

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