Fútbol Internacional | De ‘filial’ del Chelsea a club en peligro de desaparecer: «El gran problema fue la guerra en Ucrania»
El 30 de abril de 2017 todo era un poco más feliz en el SBV Vitesse Arnhem. Aquella gloriosa tarde en el De Kuip de Róterdam, los por entonces dirigidos de Henk Fraser vivieron la jornada más alegre de sus 132 años de historia -125 esa temporada-. Ricky Van Wolfswinkel, espigado ‘9’ al más puro estilo holandés, se vistió de héroe con un doblete en los últimos 10′ de la gran final de la KNVB Beker, tumbando al AZ Alkmaar y poniendo en las vitrinas su primer trofeo de la máxima división neerlandesa tras un siglo y cuarto.
Como en las alegrías más profundas, nadie pensaba en tiempos peores para el futuro. Actualmente, el Vitesse tiene hasta finales de julio para poder demostrar ante el comité de licencias de la Federación que tiene recursos económicos que le permitan jugar el presente curso. Ni el más pesimista vaticinó que, siete años después, el club rondaría la desaparición metido de lleno en la Eerste Divisie, Segunda nacional. Entre medias, cambios de propietarios, un equipo que se usó como plataforma del Chelsea y los aficionados lamentando cada paso hacia el abismo, incluyendo factores externos que terminaron por sepultar su estabilidad.
CRISIS, SANCIÓN, DESCENSO Y DESPIDOS
Pero la historia viene de antes. Tiempo atrás incluso al título que supuso un oasis en el desierto de las malas decisiones. En 2010 Roman Abramovich estableció una relación clandestina con el club neerlandés para usarle como plataforma de sus jugadores, inyectando dinero directamente sin pasar por la mesa de la KNVB. Fueron años de relación con cesiones de los Mount, Traoré, Van Ginkel, Solanke o el difunto Christian Atsu. Todo era color de rosa y así se mantuvo hasta que el magnate ruso abandonó el barco ‘blue’ por el conflicto bélico y su cercanía con Putin, afectando directamente a otro compatriota suyo que le ‘regentaba’ la entidad neerlandesa.
«Las reglas son muy claras. El gran problema fue la guerra en Ucrania. Esa fue la razón por la que al último propietario, el ruso Valery Oyf, ya no se le permitió seguir ayudando económicamente. Se necesitaba buscar un nuevo dueño y llegó Cole Parry. Se buscaba dinero rápido para funcionar», explicó a SPORT un exempleado del Vitesse que no quiso revelar su identidad, obligado a marcharse por la mencionada crisis tras 17 años entrenando en su fútbol formativo. «Mucha gente perdió el empleo de 25 años o más debido a esos problemas de dinero», argumenta.
La deuda llegaba a los 19 millones de euros y la tranquilidad de la Eredivise peligraba. Parry, también dueño del Leyton Orient, no daba garantías a la Federación. «El nuevo propietario potencial hizo todo lo posible para hacerse cargo, pero no pasó el control de la KNVB, por lo que no se le permitió dirigir al club», añade el extrabajador. Y cayó el golpe mortal: 18 puntos de sanción, descenso asegurado y peligro de perder la licencia deportiva. Se propuso entonces buscar otro comprador para mantener el equipo a flote.
Todo fue a peor. El Comité de Licencias de la KNVB decidió revocar la licencia del Vitesse a finales de junio por la falta de garantías y el mar de deudas. Ahora, mientras afrontan la pretemporada para empezar -o no- el curso en Segunda, Guus Franke es el nuevo ‘salvador’. El CEO de la empresa Axiom Partners presentó a la Federación las apelaciones para hacerse cargo de la deuda. Sin embargo, medios locales reportaron negocios fraudulentos a su nombre en 2014 y una deuda hipotecaria que llega a los dos millones de euros. Será la Federación la que dicte la suerte del otrora ‘filial’ del Chelsea, pero no será en Londres donde se llore el adiós. Arnhem reza por un final feliz.